miércoles, 13 de mayo de 2015

La Mancha

Se me reventó la tripa de tantas mariposas que ahí incubaron, 
explotó y terminó manchando de granate la alfombra del cuarto,
nacieron muertas, bien muertas y hasta algo podridas,
no me importó en aquél momento, pues sabía de dónde venían.

Comencé a escribir versos, escuchar canciones, dibujar a grafito,
pero no importaba cuanto me distrajera, seguía viendo la mancha en el piso,
húmeda, intacta, pasaron días y nada,
nada pegajosa, nada desvanecida, nada opaca.

Traté con cloro, traté con ácido, hasta con más sangre,
pero nunca se iría, pues llegó para quedarse.
Me acostumbré a su presencia, asquerosa, grotesca, sin vida.
¡Apaga las luces niña, apágalas!, sólo apágalas y piensa que es una pesadilla.

Ya no me duelen las tripas, pero la mancha hace que recuerde,
la sensación al desparramarse, el olor, como se retorcía mi vientre.

Tendré que vivir con ella, aunque ella no viva,
yo la engendré y aun así no acepto que exista,
pero es mi mancha, yo invité a esas mariposas,
yo soy granate por dentro, yo huelo de forma asquerosa.

Soy yo la que está en el piso, o al menos una parte de mi lo hace,
soy yo la que no se ha ido, la inerte, la indeseable.













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